Tres anécdotas, una foto vieja y un poema de Frank Báez que me dejó en la calle
Chismes, cotilleos, rumores, habladurías. Tres intentos de ilustrar lo que ha venido siendo la vida, una foto como testigo y un verso revelador.
Anécdota #1: bloqueo de la escritora
Si tú miras el papel por mucho tiempo
Las palabras navegan por tus ojos
El tiempo navega por tus ojos
Mucho navega por tus ojos
Y tú naufragas.
Julio Miranda.
El bloqueo del escritor es real y el primer paso para reconocerlo es decirlo en voz alta, como los adictos en recuperación. Igual me río de mí misma porque ningún ejercicio de escritura ni el uso continuo de disparadores evitan que esta imagen de arriba aparezca en mi mente cada vez que estoy frente a la hoja. ¿Qué tiene que ver escribir con tomarse demasiado en serio? Que yo solo escribo cuando estoy, eh, rara. Cuando necesito trazar un mapa de lo ocurre para ubicarme. Claro que me estoy tomando demasiado en serio. Necesito hablar de lo que siento y lo que pasa, y necesito escuchar a personas que les pase más o menos lo mismo porque hallo alivio en esos pequeños encuentros. Por eso leo poesía. Por eso escucho a las trovadoras. Por eso banco a las expresionistas. Por eso escribo. Alejandra Pizarnik lo dijo mejor que yo: «Pensé que tal vez la poesía sirve para esto, para que en una noche lluviosa y helada alguien vea escrito en unas líneas su confusión inenarrable y su dolor». Claro que me estoy tomando demasiado en serio, ¿pero quién sino yo? ¿Quién va a contar mi historia? ¿Quién sabe, por ejemplo, que siempre nazco temblando? Confusión y caos. ¿Así nacerán todas las especies? ¿Sentirá la rosa este mismo agobio cuando se abre al mundo? La broma infinita: las preguntas no acaban y las respuestas no llegan.
Anécdota #2

En 2021, en pleno encierro y bajo el peso de la pandemia, nací por última vez. Mientras yo entraba en modo superviviente, me fue creciendo una nueva piel encima y cuando me di cuenta, la antigua estaba agrietada y se caía a pedazo. En el reino animal, las ovejas salvajes eliminan el exceso de lana cuando ya no la necesitan, frotándose instintivamente contra las rocas. Algo similar ocurre con los caballos salvajes: su vida en terrenos rocosos desgasta sus pezuñas de manera natural, como si el entorno mismo se encargara de moldearlos. Los meses siguientes fueron rarísimos y se extienden hasta el día de hoy, cuatro años después. El nacimiento, por más metafórico que sea, no deja de ser lo que es: el origen o comienzo de algo, en este caso, de la vida. Los recién nacidos tampoco se reconocen como un "yo" de manera inmediata; es un proceso gradual que comienza hacia los 18 meses, cuando empiezan a identificar ciertas partes del cuerpo, y se extiende durante varios años. Cuando pienso en esto, pienso que a veces sí me tengo que tomar demasiado en serio, especialmente cuando se trata de armar los capítulos y contar esta historia. ¿Quién más va a contar que yo era otra y ahora soy esta, la que escribe esta carta?
Anécdota #3
Le regalé este libro a Lola porque la autora es argentina como ella y al leerlo por enésima vez, lo leí con su voz. La conozco hace poco (a Lola), pero me cae muy bien porque es honesta y llegamos a las mismas conclusiones por separado, entonces cuando nos juntamos es como si lleváramos años manteniendo una conversación que no se termina. También porque es fan de Wanda Nara y puede hablar horas sobre su vida y legado, algo que encuentro fascinante. El libro lo compré antes de conocerla, un par de años atrás, en una tienda de discos en Leipzig –de todos los lugares posibles–. Me gustó porque habla de vivir lejos de tu casa y estar deprimida y medicarte y terminar con tu novio y empezar de nuevo sola y que se muera tu gato y todas esas cosas que son la vida misma pasando, pero que una a una por separado van espesando la mirada. Solíamos fantasear con aventuras dignas de serie escrita por Lena Dunham y así mismo pasó. Be careful what you wish for, decían. Y tenían razón. Así que le regalé el libro a Lola porque cumplía años y me recordó a ella. Cuando lo abrió, estalló en risa porque la autora es de su misma ciudad y su hermana estudió con ella en el mismo colegio capitalino y resulta ser todo un personaje (¿qué poeta no lo es?). La amiga que estaba a su lado se sumó a la burla con una historia más y así nos fuimos durante varios minutos riéndonos de las sincronicidades de la vida. Momento lindo. No era un círculo que necesitaba cerrar, pero se cerró. Leipzig, desarraigo, depresión millenial, amiga argentina en Barcelona. El mundo se mece a su ritmo y la historia se escribe sola.
Poema de alguien más
Anoche soñé que era un DJ
Llamo por teléfono a Miguel y le pregunto
si piensa que me iría mejor de DJ o como poeta
y Miguel responde que siga como poeta.
Mi novia también dice que como poeta.
El hermano de mi novia dice que como poeta
y una jevita que hacía una fila en el cine y que recién conocí dice que como DJ.
Las menores me ven más como DJ
y las mujeres que compran en el supermercado
dicen que persista con los poemas.
Mi mamá dice que como poeta.
El plomero dice que poeta.
Los cinco poetas que conozco me dijeron
que me iría mejor como DJ.
Mi hermana se abstuvo de votar.
Fui a ver a DJ Tiesto
y una gringa me tomó de las manos
y me explicó que los DJ son criaturas de Dios.
-Son ángeles- dijo y mientras hablaba
yo imaginaba a los DJ volando
con sus turntables alrededor de Dios
como si fueran mosquitos y Dios los espantara
con la mano.
Pero bueno, la cuestión es si los poetas y los DJ
se pueden conciliar.
Si pueden ser uno,
si es posible escribir con una mano poemas
y con la otra pinchar discos,
si se puede ser mitad poeta y mitad DJ,
si del ombligo para arriba soy poeta
y del ombligo para abajo soy DJ
o al revés
o quizás que un poeta se convierta
en DJ las noches de luna llena
o quizás estoy exagerando
y en el fondo todo DJ quiere ser poeta
y todo poeta quiere ser DJ.
Frank Báez.
Espero estén pasando unos bonitos días de adviento.
Mónica